In memoriam

En recuerdo de Gabriela Aguilera, estudiante del profesorado de Lengua y Literatura

Cita con el recuerdo

(Cuento de Gabriela Aguilera)

Llovía. Parecía que no iba a finalizar más. La espera se hacía eterna;  el café humeante se prolongaba en repetidos sorbos

                Martín sabía, con la certeza que solo nos da el tiempo, que ella no vendría. Hubiera querido cambiar todo, en un segundo, así nomás de un plumazo, tantos recuerdos felices…Como aquella vez que Lara apareció con ese vestido celeste, radiante de hermosura, porque así era ella con esa sonrisa eterna;  sí,  eterna como esta espera que parecía no tener fin.

                Mozo, otro café-pidió Martín. Pero sus pensamientos desordenados querían decir otra cosa. Ya viene, ya viene, como  cuando comienza a asomar el horizonte…Lara en fotografías: toda ingenuidad, toda ternura, toda felicidad; pero ¡qué va!…recuerdos, solo recuerdos, solo eso. Bah…su vida estaba plagada de ellos; necesitaba sentirla, hablarle, aunque más no fuera para abrigarse con el calor de sus pequeñas manos, para navegar en el silencio de su mirada y encontrarse también él en esos ojos que, al fin y al cabo, eran suyos, como Lara misma.

                El murmullo alejado de los parroquianos llegaba hasta la mesa, pero también, implacable, hasta sus propios pensamientos. Las risas continuas y estridentes reinaban en el lugar, ¡bonito lugar había escogido para el encuentro!

                  Ya eran las siete. ¡No vendría! ¡Bah, nunca fue puntual tampoco! Y Martín, otra vez volando,  la imaginaba a su lado con el impermeable gris perla, las botas de lluvia importadas y esa gastada cartera marrón.

                Pero no… el que estaba a su lado era Sergio, que parecía hablarle;  casi no lo oía.

               -¡Martín, hola! ¿Cómo estás? –dijo, casi gritando.

              -Bien, bien.-le respondió apresurado.

             -¿Qué estás haciendo?-le interrogó Sergio.

            -Nada, solo bebiendo café.-le dijo, tímidamente.

            -¿Pasa algo?-le preguntó Sergio, asustado.

            -No, solo  que llueve tanto que a casa no puedo volver.-justificó Martín.

           -Pero sentate, che…-replicó de nuevo.

          -No, no. ¿Ves allá? Me espera el Vasco. ¡Hasta luego!-y Sergio pareció escaparse rápidamente.

          -Mejor así.-pensó nuestro amigo-No hubiera querido por nada del mundo que Lara llegara y Sergio estuviera aún ahí. La quería toda para él, poder disfrutarla, porque presentía el adiós y en ese momento no sabía cómo iba a hacer.

                    Desprenderse de algo tan bello jamás lo hubiera imaginado, con solo pensarlo,  la idea lo  angustiaba aún más, como la espera. Martín miró por la ventana, el sonido de la lluvia repicaba fuertemente, también en sus pensamientos. NO-VEN-DRÁ-NO-LA-ES-PE­RES-MÁS, parecía canturrear el viento chocando con el vidrio empañado de la ventana.

                    Soledad. Angustia. Desazón. No sabía definir aún Martín cuál de todos estos sentimientos dominaba su ser. Tal vez todos al mismo tiempo; no importaba…

                   Otro cigarrillo se encendió; el humo y las carcajadas, corolario de algún cuento subido de tono, parecían acaso los últimos sobrevivientes de esta tarde sin fin.

                     Martín carraspeó, sacó un pañuelo y enjugó dos gruesas lágrimas que caían por sus mejillas. Acaso recordó a quién esperaba.  Por enésima vez, ojeó el reloj…

         -Las ocho y media-pensó, asustado.

         -Ya no vendrá-se dijo despacito, hablando consigo mismo.

                     Luego, como si fuera una costumbre,  peinó sus cabellos grises con las manos,  despreocupadamente se levantó, le pidió el diario al Tano Salluzi y salió cabizbajo.

                     La noche se lo devoró, las sombras de la calle lo acompañaron, ellas lo conocían bien. El ruido infernal del viejo bar siguió como siempre: nada parecía alterarlo.

-Che, Tano ¿Y Martín?-espetó Sergio.

        -Se fue, como siempre.- le respondió.

       -Vasco, ¿en qué anda el loco?-preguntó Sergio.

      -Si no sabés vos, que lo conocés…dijo, rápidamente.

       -Ya saben-gritó el Tano.-de aquello no quedó nada bien…

       -Viene todos los días a la misma hora…espera…y se va…

        -Pobre, fue lo de su mujer…la pobrecita no resistió, el accidente fue fatal…-comentó Sergio.

        -Sí, lo leí en los diarios…pobre Lara ¡era hermosa!-dijo el Tano, pensativo.

       -Debe ser eso, sin duda-murmuró luego, por lo bajo.

       – El infeliz llega siempre puntual, pide un café tras otro, espera varias horas…llora amargamente y se va, tan sigiloso como llegó.

                  Martín, en la oscuridad del comedor, escarba uno a uno sus recuerdos. Sin dudas, Lara aparece en todos.

                                                                                                      Gabriela Aguilera

                                                                                                   ALMA DE DIAMANTE

Homenaje a Gabriela

Claudia Ferrari 4º 9a

Dedos de poesía. 

Voz de trueno. 

¿Quién nos aliviará? 

¿Dime, qué luz después de ti 

Abrirá caminos?

¿Edificará sueños?

¿Creará? 

Dedos de poesía. 

Sé que vuelas por las palabras. 

Sé que el ritmo es una voltereta. 

Sé que allí, dónde todo es canción 

Hay una brisa que te acuna. 

Dedos de poesía . 

Hoy que anidaste en las nubes 

Y tu bondad es lluvia que nos consulta .

Abrazanos.

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